Maestro de
risas
en la primavera
de mi vida.
La perla
elegante
cuyas sienes
plateadas,
cuyos
pliegues amables
acunaron mi voluntad,
colmaron mi
esencia
de júbilo
seguro,
de juegos,
alegrías,
de quimeras compartidas,
de sueños
posibles,
de la
esencia de la vida,
de la paz de su mirada.
Caminabas quebrado,
cargando el
lastre lastimoso,
recóndito.
Hiciste de tu
bastón
un confidente
del pasado.
De tu traje,
de tu camisa,
de tu abrigo,
una tarjeta
de visita.
Dos redondas
celosías,
constantemente
remendadas,
despistaban,
detrás un
alma exquisita,
una bondad
socarrona
deambulaba
cándida,
decorando
ambientes inspiradores
de épocas
pasadas,
La memoria
de tu sonrisa
es el faro
que redime
al alma herida,
que atrae al
descanso,
al recuerdo
párvulo
de historias
inventadas,
que me
incita a esa libertad,
¡Nunca más
alcanzada!
Cimiento
firme
de mi morada
arruinada,
lograste
saberme amada,
aportando el
hálito cálido,
la calma que
subyace,
el amor que
lo impregna todo
que rezuma
el alma.
mis ojos soñadores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario