En
el albor de tu historia
esculpí
mi sombra,
portas
mi aroma
grabado
en cada poro de tu vida.
En
el huequito aniñado
del
pulcro seno,
cuatro
palos inocentes
de
un nido sincero.
Un
mismo latir marcaba
el
ritmo expectante, sereno,
de
aquellas tardes cándidas,
vividas
en intimidad.
Remolona
llegaste a mi,
pequeñita,
tu
tez tostada discrepaba
en
mis níveos brazos,
tus
dos azabaches fisgones
reconocían
al público
entre
los que te sabías la estrella.
Tu
olor ansioso a vida,
tu
naturaleza especial,
tu
sello de tu identidad.
Muñeca
de tardes
aciagas
en tierra extraña,
solas
distraíamos el tiempo,
dejando
pasar los días inciertos,
las
mañanas lluviosas
de
ese país lejano.
No
tardaste en alzar tu voz,
tu
genio mandón
increpando
la rutina calmosa
de
mi vida insípida,
segura.
transitas
rutas de vértigo,
nunca
frecuentadas por mi,
asustan.
Hoy
tu seno alberga
el
futuro cierto
de
un alma amada,
hoy
conocerás el camino
hermoso
de
la abnegación donada.
Hoy,
por fin, me comprenderás.
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