martes, 21 de enero de 2014

María

En el albor de tu historia
esculpí mi sombra,
portas mi aroma
grabado en cada poro de tu vida.
En el huequito aniñado
del pulcro seno,
cuatro palos inocentes
de un nido sincero.
Un mismo latir marcaba
el ritmo expectante, sereno,
de aquellas tardes cándidas,
vividas en intimidad.
Remolona llegaste a mi,
pequeñita,
tu tez tostada discrepaba
en mis níveos brazos,
tus dos azabaches fisgones
reconocían al público
entre los que te sabías la estrella.
Tu olor ansioso a vida,
tu naturaleza especial,
tu sello de tu identidad.
Muñeca de tardes
aciagas en tierra extraña,
solas distraíamos el tiempo,
dejando pasar los días inciertos,
las mañanas lluviosas
de ese país lejano.
No tardaste en alzar tu voz,
tu genio mandón
increpando la rutina calmosa
de mi vida insípida,
segura.
transitas rutas de vértigo,
nunca frecuentadas por mi,
asustan.
Hoy tu seno alberga
el futuro cierto
de un alma amada,
hoy conocerás el camino
hermoso
de la abnegación donada.

Hoy, por fin, me comprenderás.

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