Acunada por la noche
oscura,
con la escarcha sobre el
abrigo,
y el jugo de mi madre exprimido,
llegué a este teatro,
al de la vida.
Los papeles ya estaban repartidos,
y no hubo otro lugar,
sino el olvido,
Allí sentado, me
encontré al abuelo,
Juntos observamos
cómo el árbol de la
plaza
anhelaba primaveras,
Juntos distrajimos el
tiempo
trazando los hoyuelos
de nuestras mejillas.
Juntos coloreamos el
matiz de la mirada
para alegrar nuestras acuarelas.
Juntos conspiramos
contra
el serrín de los bares
en días de lluvia,
contra la lima de mi
padre
que secuestraba su sonrisa,
contra los naipes marcados
de algunos tahúres de
paso,
juntos trazamos los
patrones,
holgados, para que no
rocen,
juntos aprendimos a
disfrazar
de sonrisa la amargura,
de guasa las heridas.
Y observando, he
comprendido
que el olvido fue mi
escuela,
que me enseño mi papel en
la vida