domingo, 11 de abril de 2021

FAUNA Y FLORA PROPIA EN EL LUGAR DE YUNCOSLABIA (De la serie Daliça Yahon en el lugar de Yuncoslabia)

 

Es verdad que una profesora debe ser la que dice cuando termina la clase. Sin contar que ella había establecido una alarma en su móvil para cada cambio de turno –estratégicamente había escogido la sintonía de la película “La Purga”–, para que no sucediese precisamente lo que estaba ocurriendo, pero aquella clase fue surrealista, y cuando los alumnos dijeron que era la hora, sin saber que faltaban cinco minutos recogió todo y se fue haciendo ejercicios de respiración mientras atravesaba el patio hacia la siguiente clase

Tras el fracaso de la Segunda Evaluación, Daliça se había propuesto adaptar sus explicaciones a nivel de aquella clase, llevando material, ideando tareas agradables para ellos …etc., y no es que no los hubiera adaptado hasta ese momento, sino que no había sido suficiente, a tenor de los resultados. En esta clase tenía que explicar el texto expositivo, por lo que había decidido realizar una carta de presentación como práctica de ese tipo de texto, que se adecuara a un posible trabajo. Había confeccionado una carta de presentación y la había cortado en sus diferentes partes para que los alumnos entendieran que cada una tenía su espacio en el todo.

Lo primero fue explicar las partes que la componen, que en sí mismo fue una Odisea. Ya que, previamente debían elegir su propio trabajo, que solo eso se convirtió en el primer obstáculo, ya que sin la ESO no tenían acceso a casi ningún trabajo, no obstante, Daliça les dio bastante ideas de posibles trabajos, con la intención de poder realizar dicha carta –aunque ella sabía que para estos no les pedirían ninguna–; Una vez explicado minuciosamente cómo redactar una carta, sus partes, el vocabulario que debían emplear y el formato, había que hacerla.

Durante todo ese tiempo, además de estar hablando entre ellos como si estuvieran en la terraza de un bar, allí nadie entendía nada, era como si un conjunto de alienígenas hubiese bajado a la tierra del espacio sideral y se hubieran sentado en aquellos pupitres. Cada palabra de explicación que apuntaba en la pizarra –por supuesto con su propia tiza, ya que ellos la hacían desaparecer para que el profesor mandara al delegado a por una y así perder diez minutos de explicación­­–, pues, la repetían como si fuese la primera vez que la oían.

­–Esta tarea la debéis hacer en Word –dijo con toda normalidad.

–¿Qué es Word? – dijo alguien.

–Yo no tengo Word –dijo otra voz que Daliça no distinguió porque la mascarilla hacía las voces anónimas.

–Ni yo, ni yo, ni yo –dijeron como un eco de la primera, otras voces.

–¿No tenéis ordenador? –preguntó con gran asombro.

–No –se oyó al unísono.

–Bueno, pues lo hacéis en un folio, con el formato que voy a explicar – tomó la tiza y se dispuso a dibujar un folio en la pizarra y explicar lo que era formato folio.

–Profe, yo no tengo folios, ¿no puedo hacerlo en el cuaderno?

–Sí, pero con formato de folio.

–¿Profesora qué es formato? –Se volvió hacia la pizarra para que no vieran su asombro y la expresión de paciencia que le salía de natural en su rostro, ya que podían malinterpretarlo como solían hacerlo.

            Durante toda la clase tuvo que mandar callar en numerosas ocasiones, repetir lo dictado y lo explicado otras tantas, y hacer un alarde de paciencia sobrehumana. Daliça no podía explicarse cómo habían llegado aquellos jóvenes a aquel grado de desinterés por cualquier cosa académica. Una vez terminada la explicación, dijo:

–Lo subo al programa como tarea, tenéis hasta el lunes para entregarlo, o sea, que os dejo seis días para que hagáis la carta, y subáis la foto. El que lo haga, se lo evalúo y no le entra en el examen.

            Llegó el fin de la entrega: cero tareas entregadas.

            Daliça no estaba acostumbrada a aquel índice de suspensos, ya que para ella la educación se convertía en un reto, en el que los alumnos debían aprender sin esfuerzo y sin darse cuenta. Ya le había ocurrido otro año que le dieron un grupo de apoyo, de los que nada se esperaba, y consiguió sacar lo mejor de todos y cada uno de ellos. Sin embargo, con esta ocasión no lo estaba consiguiendo. Desde que comenzara el curso había intentado varias estrategias, y ninguna de ella había conseguido nada. Ellas –porque casi siempre eran las chicas– hacían todo lo posible por no hacer nada durante las clases, sino era lo de la tiza, era ir al servicio, o discutir con la profesora. En las clases, que para ellas consistían en hablar con la de al lado, no coger apuntes, no hacer nada en casa, y luego entregar el examen en blanco.

            Daliça se preguntaba: ¿qué clase de juventud era aquella?, con todo lo que se había luchado en años anteriores para que la población dejara de ser analfabeta: su abuela no había ido a la escuela nunca, no sabía leer ni escribir, algo que se le notaba a la legua. Su madre estuvo tres meses de verano y gracias a la República, sabía leer y era una gran lectora, pero tenía muchas faltas de ortografía. Su padre había entrado a trabajar como aprendiz en la Fábrica de Armas a los catorce años, y hasta que se jubiló solo había tenido tiempo de trabajar, pero sabía leer y escribir.  Por ese mismo motivo habían hecho todo lo posible para que sus hijos estudiaran, Ella se había educado en un momento de la vida de España en la que ir a la universidad no era tan necesario, pero sí había escolarización y, por supuesto, todos sabían leer y escribir, hasta el que se quedaba sin titular con el Graduado Escolar. Daliça había estudiado hasta COU, con un nivel del actual Grado, de manera que ella que había elegido letras puras, podía explicar matemáticas hasta un nivel de cuarto de la ESO. En aquellos años, el que valía estudiaba, el que no, se ponía a trabajar. Pero todos sabían leer y escribir decentemente.

En la actualidad, el nivel del sistema educativo era penoso, pero aquello no tenía nombre. ¿Dónde se suponía que habían estado estos chavales durante todos los cursos que habían pasado en el instituto? La enseñanza obligatoria se había convertido en una cárcel, en donde la obligatoriedad inyectaba el desánimo en sus mentes, y hacía que asistir fuera un martirio para algunos. Por lo que, ellos optaban por dormirse o liarla, cualquiera de esas dos posibilidades estaban a su disposición cada día que asistían a clase; mientras que para  los otros, sus compañeros,  suponía una bajada del nivel educativo que se generaba al intentar adaptar el nivel a todos, y por tanto, una disminución del aprendizaje cognitivo de aquellos alumnos que intentaban colaborar. Además, sufrían la violencia verbal y situacional producida por sus propios compañeros. Por lo que todos, se habían acostumbrado a aquellas situaciones que se generaba. Pero el drama no estaba en esos momentos, durante las clases, ya que los profesores hacían de mediadores y algo amortiguaban, sino en las faltas de respeto continúas que quedaban normalizadas en sus cerebros como parte de acervo cultural, como parte de sus creencias, y como fundamento en su formación.

Daliça se fue hacia el patio intentado respirar, ajena totalmente a todo, al llegar al árbol observó que había un nido, en el que una paloma cuidaba a su polluelo, continúo caminando y vio la glicinia florecida y se dijo: en el lugar de Yuncoslabia existe una fauna y una flora propia.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario