lunes, 26 de enero de 2015

EN TIERRA DE ACANTOS






El diapasón latía acompasado
al candor de la pureza,
una cadencia limpia interpretada
con el roce de nuestra piel,
paseando por el filo de la luna,
arrullando el perfil en un solo contraluz.
Cerrar mis ojos y siempre ahí,
sosteniendo las facciones sonrientes de mi rostro.
Y un arpegio disonante,
profanó el hálito níveo
que envolvía nuestra atmósfera,
desterrándonos de la luna.
Ahora somos selenitas en tierra extraña,
y el Acanto yergue su flor,
entre dudas y recelos,
sin más calor que aquel reflejo
que nunca llega a esta orilla.
Mientras tanto,
coloreamos una sombra que está crecida,
esperamos una paz que se perdió,
un rescoldo entre el hielo,
una ruta que nos guíe
hacia un nuevo caminar.

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