A
mi hija Carmen.
En
un otoño gris,
aferrando
tus comienzos
a
un páramo desgastado,
creciendo
entre la maleza,
la
sombra quiso robar
el
obsesivo deseo
de
la luna llorosa.
Pero…un
milagro de amor
restableció
la vida,
el
soplo preciso
borró
las lágrimas,
dando
hermosura
a
la tierra baldía.
Tu
existencia,
preñó
esperanza a la oscuridad,
la
luz de tu piel blanca
iluminó
el páramo,
la
mirada fuerte
de
tus ojos negros,
confirmó
el elegante destino,
la
espesura de tu plumaje
suscribió
los anhelos de volar,
la
claridad de tu pensamiento,
no
albergó la duda.
Y
te miras en la lámina líquida,
donde
las hondas interfieren
en
tu imagen, y dudas.
No
dudes, que la luna de plata,
cuidará
tus alas
para
cuando quieras volar,
purificará
el aire
para
que roce lo justo
hacia
la libertad,
abundará
palabras
para
que tengas donde elegir,
inundará
de música tus oídos
para
que conozcas el ritmo,
permitirá
las lágrimas en tus ojos
para
que aprendas a vivir.
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