sábado, 2 de noviembre de 2013

VALENTINA

Percibo tu ausencia en el álveo de mi fundamento,
intuyo la escasez de tu desahogo,
el alivio de tu entidad se ha desvanecido,
tu hálito ya no existe.
La distracción de mi intelecto
me llevó por atajos anestesiantes.
Mi altanera madurez exhortaba el silencioso camino,
debía resistir el odioso castigo impuesto por los hados,
¡se impuso la lucha de la prole!
Engalané el trayecto con algazara pueril,
satisfacciones fútiles,
carcajadas fastuosas…
No identifiqué la oquedad por la que aceleraba mi existencia.
Ahora busco la reliquia de tu fragancia,
las huellas que propicien nuestro encuentro,
mas no hallo ni las ascuas de ti.
Hostigo mis entrañas buscándote,
visito lugares en donde estuvimos,
absorbo el recuerdo más diminuto.
Solo tu ausencia encuentro,
tan solo una presencia liviana que no me satisface.
¿Dónde estás? ¿Por qué te dejé marchar?
¡Pensé que no te necesitaba!
Pero hoy…
Reclamo los ensoñadores ojos verdes que acariciaban mi alma,
Tu sonrisa amplia, esencia de tu rostro, que abrigaba mi aflicción,
el confortable regazo que acunaba mi angustia, que aquietaba mi espíritu,
la indudable paz de tu cobijo,
mi respiro justificado…
Pero hoy…
¡No estás! ¡ya nunca volverás!
Nadie puede reemplazarte.
¡Sola!...
El desierto se ha instalado en mi corazón.
La obscuridad será la amiga secreta
que me consuele en las largas vigilias que vendrán.
Construiré una sordina invisible que enmascare mi angustia.
Sofocaré la aflicción que socava mi interior.
Poco a poco…  moriré.


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